La necesidad de ahorro para el futuro por parte de los ciudadanos ha ganado protagonismo en los últimos meses. En una encuesta reciente sobre el ahorro en España, más de un 96% de los españoles reconoce la necesidad de ahorrar, un 80% se muestra preocupado por la capacidad del gobierno para pagar sus pensiones públicas cuando se retiren y un 75% cree que la pensión pública que percibirán cuando se retiren será peor que la que están recibiendo los jubilados en la actualidad. Sin embargo, esto contrasta con la baja tasa de ahorro en España, que, según Inverco, fue de un 8,2% en 2016.
La Unión Europea, el Banco Mundial y la OCDE, entre otras entidades de referencia, recomiendan una revisión profunda del sistema de pensiones. Sin embargo, dado que no está claro cuándo se producirá esta revisión, creo que es importante que los individuos sean conscientes de la necesidad de ahorro para complementar la pensión pública cuando se jubilen. De hecho, la ratio actual de empleados activos por ciudadano jubilado es de 3 a 1, pero la proyección para 2050 es de 1.3 a 1, lo que manifiesta la urgente necesidad de ahorro por parte de los hogares para asegurar sus ingresos futuros.
¿Qué aspectos influyen, principalmente, a la hora de decidir si queremos ahorrar o no?, ¿qué productos son los más adecuados? o ¿cuál debe ser la cantidad a aportar? Para contestar a estas preguntas deberíamos tener en cuenta factores como la renta disponible en la actualidad, la renta que queremos recibir en el momento de la jubilación, las ventajas fiscales o la rentabilidad del producto. Sin embargo, a la hora de tomar la decisión no solemos analizar tan minuciosamente todos estos aspectos y la decisión depende, en gran medida, del contexto en el que se plantea (ej.: quién me lo cuenta, cuándo me lo cuenta o cómo me lo cuenta). La economía conductual, que integra las áreas de economía y psicología, es un campo que analiza cómo la toma de decisiones no siempre es racional y está influida por factores como el exceso de información que recibimos, la limitación de nuestro cerebro para procesarla y el tiempo disponible para tomar la decisión.
En este ámbito, con el objeto de demostrar cómo influye el contexto en las decisiones de ahorro, realicé a finales de 2017 un experimento con 200 ciudadanos españoles para el departamento de “Behavioural Science” de la London School of Economics. Antes de preguntarles sobre la cantidad que estaban dispuestos a ahorrar dividí aleatoriamente a los individuos en dos grupos. Al primer grupo les mostraba las ventajas de ahorrar para el futuro (ej.: importe acumulado en el momento de la jubilación, ventajas fiscales y rentabilidad) y, además, les facilitaba una calculadora que les permitía cuantificar el impacto de su decisión de ahorro. Al segundo grupo, sólo les mostraba las ventajas de ahorrar para el futuro, pero no les facilitaba la calculadora.
Validando mi hipótesis inicial, los individuos del primer grupo al que les facilité la calculadora manifestaban una intención de ahorrar un 25% superior a la de aquellos individuos a los que sólo se les mostraban las ventajas de ahorrar para el futuro. Estos resultados están en línea con investigaciones previas realizadas en otros países en las que se sensibilizaba a los individuos sobre la importancia del ahorro para su futuro mediante diferentes intervenciones. Así, por ejemplo, facilitar un software que permitía ver su apariencia física en el momento de su jubilación, entregar un cuestionario con aspectos relacionados con sus planes para el futuro antes de hablar de ahorro, o aportar datos sobre cuántas personas ahorran en tu entorno más cercano. En todos los casos, se incrementaba de manera palpable la intención de ahorro por parte de todos estos individuos expuestos a este tipo de estímulos.
Pienso que los resultados de todos estos experimentos son muy relevantes si queremos incrementar el ahorro privado por parte de los hogares, ya que el simple hecho de cuantificar unas ventajas que, en general, solo se explican hoy en día de manera cualitativa por parte del gobierno y los agentes financieros, permite incrementar sustancialmente la intención de ahorro a futuro por parte de los ciudadanos.
En este sentido, y dado que actualmente las herramientas que los organismos públicos y privados ponen a disposición de los ciudadanos siguen siendo excesivamente complejas y, en consecuencia, que raramente se utilizan, pienso que sería fundamental que estas entidades cuidasen el contexto de la toma de decisiones relativas al ahorro a futuro utilizando mecanismos que simplifiquen y animen a esta decisión. Así, impulsando el uso de este tipo de calculadoras de ahorro o enviando información a los hogares cuantificando, en función de la edad y la cantidad a ahorrar, el importe estimado que recibirían en el momento de su jubilación, se podría impulsar sustancialmente el ahorro a futuro por parte de las familias.
Por tanto, dada la pequeña inversión que supondrían estos elementos cuantificadores a incorporar y el impacto tan relevante que pueden tener en el ahorro para el futuro de los hogares, sería importante que estos organismos públicos y privados tomasen en serio estos elementos y los apliquen lo antes posible.